En una película, Papá Noel había sufrido un accidente, no recordaba quién era, y sus duendes lo buscaban ansiosamente, mientras repetían: “Si no lo encontramos a tiempo, habrá que suspender la Navidad” Como niños, es hermoso tener ilusiones y festejar los tiempos dedicados a ellas... Pero como adultos... ¡Qué triste y cuán doloroso resulta que la expectativa de la Navidad y toda su celebración se centren en esperar a Papá Noel!
¿Qué recordamos en la Navidad?
Recordamos un Nacimiento... aquél del cual los magos del oriente preguntaron:
- “¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle” (Mateo 2:2)
¿Qué debe producirnos ese Nacimiento?
Lo que produjo en quienes vieron la estrella...
- “Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo.” (Mateo 2:10)
¿Cómo deberíamos festejarlo?
- "Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron, y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra" (Mateo 2:11)
Nuestra expectativa de la Navidad... ¡Si fuera como la del anciano Simeón, al conocer al Niño!... entonces nuestra celebración sería totalmente diferente...
- “Ahora Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel” (Lucas 2:29-32)